Una vez caído el orden monárquico, casi naturalmente caerían en manos de la élite letrada no solo la gestión del poder estatal (la cual se encontraba ya bajo su cargo desde tiempo atrás), sino el diseño mismo del nuevo orden político. Esta tarea se revelaría más compleja de lo previsto y presentaría pluralidad de aristas y variedad de desafíos. Esa élite letrada ahora a cargo del diseño y gestión de esa nueva realidad no podría eludir la tarea también de reflexionar acerca de su propio lugar en ella, los alcances y limitaciones de su propia existencia social, los fundamentos de su legitimidad en tanto que depositarios “naturales” del poder político. Los desafíos a los que estos letrados formados en las universidades coloniales se verán confrontados no les serán en absoluto sencillo de abordar y demandarán de su parte un considerable esfuerzo, no solo intelectual, ya que deberían pensar su realidad social y política al mismo tiempo que colaborar a construirla materialmente con su accionar. Mariana Rosetti se propone analizar cómo se configura ese espacio particular en que se situara ese grupo letrado: esa incipiente “esfera pública” que surge en las postrimerías del orden colonial no se articulará como un ámbito homogéneo, sino que coexistirán en ella diversidad de proyectos y perspectivas.